El pasado mes de septiembre (2022) fallecía Randa Mai (乱田舞), uno de los grandes referentes en mis inicios en el shibari.
Su look y estética son todo un clásico, vestido de negro con ropa floja de descanso, gafas oscuras, barba de varios días, mascando chicle y actitud chulesca.
Randa Mai comenzó su carrera en la industria adulta en los años 90 del siglo pasado, colaborando con varias revistas de temática SM. Donde se definió su estilo de shibari, en el que el uso del látigo y el castigo físico tenían un papel relevante. Una dureza a tono con la situación económica y social de Japón en aquella época, en la que una brutal crisis económica sacudía el país.
Recuerdo que en los primero años de este siglo sus vídeos, en lamentable VHS-Rip, circulaban por los sitios de porno pirateado , siendo uno de los pocos materiales audiovisuales a los que teníamos acceso desde esta parte del mundo.
Especial mención merece la serie producida para Attackers, compartiendo cartel con otros atadores como Arisue Go.
Su enfoque del shibari estaba muy alejado de la forma en que se entiende hoy día, especialmente en occidente. También su estilo de vida. Demasiado duro, demasiado violento.
Fue uno de los primeros atadores en pagar a sus modelos por las marcas que dejaba en su cuerpo. Marcas que les impedían trabajar en otras producciones o eventos ajenos al SM, que al fin y al cabo siempre fue un género minoritario.
Desde 2016 gestionó un bar sm llamado Ranbukan (o Bar Randa Mai). La noche, el consumo de alcohol, y las adicciones a otras drogas marcaron su vida y su carrera. Durante años fue relegado a los circuitos mas underground, siendo considerado por las nuevas hornadas de atadores japoneses como un personaje marginal.
Este estilo de vida le pasó factura, su salud se deterioró con rapidez. Enfermedades que afectaban a sus huesos y sistema nervioso le llevaron a visitar con frecuencia los quirófanos y abandonar la actividad profesional.
Recuerdo una conversación que mantuvimos hace años, en la que lamentaba amargamente que su estilo de vida le hubiese apartado de su familia, que en algún momento de decadencia le repudiaron y dieron la espalda.
Uno de los escasos materiales para conocer su figura fuera de Japón fué una entrevista que le hizo Osada Steve alla por el año 2000.
En dicha entrevista Randa Mai empléa el bunraku como métafora de la forma en que entendía su papel como bakushi sobre el escenario.
El nawashi debe permanecer en un segundo plano. El centro de una actuación es la mujer que está siendo manipulada con la cuerda, como las marionetas a las que dan vida unos titiriteros invisibles. Me gusta compararme con los kuroko (黒子), esos hombres de negro que controlan las marionetas en el bunraku (文楽, teatro de marionetas tradicional japonés).
En la entrevista hace referencia a otro concepto que me gustaría señalar, "enfermos del corazón" (kokoro byouki, 心病気). Personas que no son capaces de gestionar sus emociones en el día a día. Que aceptan una forma de vida inhumana. Permitiendo que los formalismos, las convenciones, los "tengo" y los "debo" se impongan a los "voy", "soy" y "estoy". Personas a las que, mas pronto que tarde el estrés y el agotamiento emocional acaban venciendo.
Randa Mai se refiere así a las personas que acuden a sus sesiones privadas. Personas que han aprendido a encontrar en el dolor una vía de escape, que no de satisfacción. Personas para quienes los breves instantes de "after-care" post sesión son la única forma en que se permiten sentirse cómodas y cuidadas.
Eso es algo horrible. Totalmente alejado del shibari erótico. Es una pantomima de la vida. Practicar la higiene emocional sobre uno mismo no es algo opcional o que se pueda postergar para "mas adelante".
Hace tan solo unos meses, Randa Mai participó junto a Hana Kanno de la que sería su última película. Apenas habían pasado unos meses de su última operación de cadera. Ese es el motivo del extraño vestuario (no, no se trata de un homenaje a la Naranja Mecánica).
Randa Mai fue sobre todo una figura que nos debe hacer reflexionar sobre muchas cosas. Pero especialmente sobre las prioridades en la vida, sobre la futilidad de perseguir sombras en la pared y sobre la importancia de afrontar el shibari desde el corazón, con honestidad (本気) y con el fin único de disfrutarlo como la vivencia erótica que es.
Descansa en paz.